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18/4/10

«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero»

III DOMINGO DE PASCUA

Lecturas: Hechos 5, 27b-32. 40b-41 // Salmo 29 // Apocalipsis 5, 11-14// Juan 21, 1-19

¡Aleluya! ¡Cristo Vive! ¡Ha resucitado!

CustodiaEscuchamos hoy en el relato del Evangelio de San Juan otra de las apariciones de Cristo Resucitado a los discípulos. Esta vez Cristo se aparece junto al lago de Tiberiades.

Los apóstoles, transcurrido el tiempo de la Pascua vuelven a sus tareas de cada día. Ellos habían abandonado todo durante tres años para acompañar a Cristo en la predicación del Evangelio. Vuelven a sus tareas, a la pesca en el lago de Tiberiades, Pedro, Tomás, Natanael, Juan, se embarcan para trabajar, para pescar. Toda la noche se la pasan faenando, en la dureza de su trabajo esa noche no tienen fruto, no pescan nada. En medio de su trabajo, de sus fatigas, de su vida normal se aparece Jesús Resucitado. El quiere hacerse presente en sus vidas de cada día y en las nuestras.

Lo ven, no lo reconocen, les pregunta si tienen pescado y ellos tienen que reconocer su infructuosa noche de briega. Jesús les dice, “¡echad las redes a la derecha de la barca y encontraréis!”

Pedro y los demás apóstoles, avezados pescadores, que toda su vida se han dedicado a la pesca, humildemente hacen caso al Señor y se produce el milagro.

El Señor Jesús quiere hacerse presente en nuestros problemas, en nuestros desconsuelos, en nuestras esperanzas, para decirnos una palabra de consuelo, para transformarnos, para convertirnos. Él en su Evangelio quiere decirnos cómo debemos hacer para dar frutos abundantes pero muchas veces no le escuchamos, no le hacemos caso y por eso no damos fruto. San Pedro, humildemente escuchó lo que le decía el Señor para que pescara y obtuvo una pesca abundante. Si nosotros escuchamos al Señor, nos bajamos un poquito de nuestra soberbia, le hacemos caso, posiblemente daremos más frutos de buenas obras, de amor al prójimo, de entrega generosa.

Nos empeñamos en que lo sabemos ya todo, que somos especialistas en nuestras vidas y nos cuesta mucho escuchar a Cristo, vivirlo y puede que de verdad cambiemos.

El Señor les pide de los peces que habían pescado, ellos le ofrecen lo que tienen y Jesús aceptando la ofrenda de sus bienes los asa y se los da como alimento. Nosotros en cada Eucaristía ofrecemos el pan y el vino, nuestros humildes dones. Se los damos al Señor y el los acepta y los transforma en alimento, en el Pan de Vida Eterna que nos fortalece con la Gracia, nos alimenta con su misma presencia en nuestras vidas.

El reparte a los apóstoles el pan y el pescado: "¡Comed, vamos almorzad!" El Señor Jesús nos dice en cada Eucaristía: "¡Tomad Comed!" "¡Tomad Bebed!" No hace falta que digamos nada, El está con nosotros y su silencio se hace fecundo y lleno de Vida para nosotros.

El Señor se ha aparecido en nuestra Parroquia y en cada altar tantas veces como se celebra la Eucaristía, pero es necesario que nosotros le reconozcamos, lo veamos resucitado dándonos su Cuerpo y Sangre como alimento. No desperdiciemos esta oportunidad, no pasemos de largo ante la invitación de Jesús Sacramentado. En este fin de Semana, en nuestra parroquia el Señor nos llama a estar con él, a orar, a adorar su presencia eucarística durante 24 horas.

Es Cristo el que nos espera en la custodia, es Jesús mismo el que nos pide velad y orad conmigo pidiendo por tantos hermanos y hermanas nuestros que lo necesitan. No lo olvides ¡Cristo te espera en el altar!

Tomás Pajuelo. Párroco

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