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26/4/09

«En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos»

III Domingo de Pascua

Lecturas: Hechos 3,13-19 // Salmo 4 // 1 Juan 2, 1-5 // Lucas 24, 35-48

Retablo en el que se muestra la escena de Jesús resucitado entre sus discípulosComo el que no quiere la cosa nos hemos plantado ya en el tercer domingo de Pascua. Hace ya tres semanas que celebramos la muerte y resurrección de Cristo Nuestro Señor. Pero la liturgia de estos domingos nos sigue insistiendo en vivir la Pascua como un único día de felicidad y gozo porque Cristo ha resucitado. Cincuenta días de Pascua como un solo día de profunda alegría y experiencia de encuentro con el resucitado. Tarea ardua y difícil, pero no imposible, y tenemos que esforzarnos por vivir este gozo de la resurrección durante toda la cincuentena pascual.

Las lecturas de este domingo tercero vuelven a hacer referencia a los frutos de la Pascua en la vida del cristiano. Escuchamos en la carta del apóstol san Juan, que tenemos que vivir según los mandamientos para ser testigos creíbles de la Resurrección. Nos ha dicho: "En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso".

Como podemos comprobar las palabras de Juan son duras y muy claras. No se anda con rodeos el apóstol. Nos dice muy expresivamente que el que verdaderamente conoce a Cristo, ha vivido en su vida el encuentro con él, ese no puede comportarse como uno cualquiera, su vida debe mostrar a los demás que realmente es cristiano y que quiere vivir según el Señor Resucitado. ¿Cómo? pues cumpliendo los mandamientos. Muchas veces oímos que los mandamientos son del Antiguo Testamento, que eso es del pasado. Creo que san Juan lo dice bien claro. Los mandamientos son el hoy concreto de nuestra actuación como cristianos. Hoy día si queremos ser creíbles en nuestro mundo tenemos que vivir con estos principios morales y de comportamiento. Un cristiano tiene que ser un hombre y una mujer que ame a Dios profundamente, que no tome su nombre a burla, que no blasfeme. Debe ser un testigo de cómo querer, honrar, cuidar a sus padres. El cristiano del año 2009 necesita vivir cada domingo la Eucaristía y si es posible cada día. Es la única manera de alimentar nuestra fe, de vivir profundamente unidos a Cristo resucitado. El amor se cuida y se hace crecer amando, viviéndolo. Si amamos a Cristo Resucitado necesitamos vivir cada día cerca de él. Recibirlo, poder adorarlo.

Más que nunca en nuestros días el cristiano tiene que dar testimonio de castidad, de amor puro. De no cosificar lo más sagrado: El Amor. Amor que debe ser imagen del amor de Dios a su pueblo y no sólo el goce de los sentidos. Es evidente que debemos ser escrupulosamente honrados en nuestros días, evitando robar, que no es sólo el delito de robar a alguien, también lo es engañar en asuntos económicos, quedarnos con algo, falsear calidad o precio de nuestras compras o ventas, etc. Muchas veces, como todo el mundo lo hace, pensamos que no está mal, pero lo que está mal está mal ahora y siempre. No mentir, que nuestra palabra sea siempre la Verdad. Que grande sería que todos los cristianos y cristianas de nuestra parroquia, de nuestra Iglesia, fuesen personas admiradas por su palabra, por ser hombres y mujeres de palabra. Que todos pudiesen comprobar que cuando hablamos, compramos, vendemos, vivimos,... somos cabales, somos íntegros y nuestra palabra va hasta el fin del mundo.

Ojalá nuestros vecinos, nuestros compañeros, nuestros amigos pudiesen ver en nosotros los que creemos en Cristo, personas de la Verdad. De la confianza, de la coherencia. Vivir los mandamientos hoy es difícil pero Cristo nos dijo: "Sin mi nada puedes, pero para Dios nada hay imposible" esta es la esperanza de todo cristiano, que sabemos que nos cuesta vivir según su voluntad pero él nunca nos deja solos, él es el primero que está a nuestro lado fortaleciendo nuestras vidas para que podamos seguirle cada día.

Que el Señor Jesús, vivo y resucitado, nos conceda cada día vivir cumpliendo en nuestras vidas su voluntad. Que podamos acostarnos cada noche con la conciencia tranquila de no haber faltado en nada a Dios ni a nuestros hermanos.

Tomás Pajuelo. Párroco

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