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7/4/09

Necesidad de orar: Pasión de Nuestro Señor

Cristo de la LuzDespués de invocar al Espíritu Santo, nos vamos a detener en la mirada atenta y sencilla a Dios Padre. Vamos a centrar la oración en Cristo crucificado. En esta mirada vamos a poner los ojos en Dios Padre que llamó a su Hijo, le dio un proyecto para que lo realizase y así llevase a cabo el plan de salvación de los hombres. Ponte en la presencia de Dios con paz y amor. Quédate ante Cristo crucificado. Entra dentro de los sentimientos que Cristo tenía en esos momentos en su corazón. Descubre sus disposiciones interiores y hazlas tuyas. Descubre los sentimientos del corazón de Dios Padre y quédate ante el Cristo crucificado en silencio profundo o repitiendo en tu interior alguna palabra o frase que más te halla llamado la atención. Por ejemplo «Padre en tus manos pongo mi vida». Repítela despacio. Quédate en silencio y vuelve a repetirla.

Ora despacio, muy despacio, parándote con frecuencia para descubrir los sentimientos que la Palabra te inspira.

Esta mirada al Padre, ante Cristo crucificado, puede dejar en ti una disposición interior de abandono en las manos del Padre y puedes quedarte ante el Padre, sencillamente, repitiendo en tu interior. «Padre en tus manos entrego mi vida». «Padre como Jesús te doy mi vida». «Padre como Jesús te glorifico y quiero llevar a cabo la obra que tu me has encomendado».

Y así, con el Padre y ante Jesús crucificado, en tu corazón, irán surgiendo disposiciones interiores de confianza en Él, de abandono en sus manos, de sentirte amado por Él, de saberte hijo, de creer que nada de lo que te pase te puede dañar porque el Padre vela por ti y quiere para ti lo mejor. En tu corazón de creyente irás sintiendo que no estás solo, que el Padre te quiere y te cuida. Este debe ser el fruto de la oración. Esta es la «continuación de la oración en la vida».

Durante esta Semana Santa es conveniente que oremos los textos de la Pasión del Señor y cuando en la calle veamos las imágenes de Jesús o de María, no mirarlas como un simple espectador, debemos mirarlas pensando que me dice a mí ese Cristo dolorido y humillado por mi amor, que me dice esa Imagen de Su madre llena de dolor y repitiendo sin cesar: «HÁGASE, HAGASE, HAGASE».

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