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19/4/09

«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí; ¡ha resucitado!»

II Domingo de Pascua

Lecturas: Hechos de los Apóstoles 4,32-35 // Salmo 117 // 1 Juan 5, 1-6 // Juan 20, 19-31

Representación de la escena en la que el ángel habla a las mujeres que buscaban a Jesús en el sepulcro Con estas palabras con las que los ángeles anunciaron a las santas mujeres la resurrección de Cristo quiero comenzar mi reflexión semanal. Palabras que hoy se actualizan, hoy también Cristo Vive y está en medio de nosotros. Hemos vivido el Santo Triduo Pascual, hemos contemplado los misterios de nuestra Salvación, hemos gozado durante esta semana de los frutos inmediatos de la Pascua, de los que en los próximos 50 días, hasta Pentecostés, seguiremos gozando.

Digo gozar, porque saber que Cristo ha resucitado, nos hace gozar de la Vida, del Amor, incluso de la Cruz. Gozar porque sabemos que el final no es la muerte, no es la nada. El final para todo hijo de Dios, es la VIDA, la vida plena y feliz en la Gloria de Dios Padre.

Nosotros no adoramos a un muerto, a un personaje histórico que fue crucificado y que ha pasado a la historia como un predicador revolucionario. Nosotros adoramos a Jesús, el hijo de Dios, que murió en la Cruz y que al tercer día RESUCITÓ y está vivo en medio de nosotros. Nosotros creemos en Cristo vivo que nos santifica, nos llena de su gracia, nos fortalece, nos ayuda, lo sentimos a nuestro lado. Lo podemos ver en los dones eucarísticos, en el pan y el vino que se transforman en su Cuerpo y en su Sangre realmente presente y vivo en nuestro altar.

Saber que Cristo está vivo a mi lado, debe hacernos valientes, alegres, esperanzados. Saber que no estamos solos, que nuestra vida tiene un sentido pleno es ilusionante, es gozo y es ALEGRIA.
a este mundo triste por tantas desgracias, tenemos que ponerle alegría los cristianos. Un cristiano que viva apenado, agobiado, sin sentido es un cristiano que no ha experimentado la cercanías de Cristo vivo y resucitado. Que cree en Cristo pero que no ha experimentado el verdadero encuentro con Él, vivo y real en medio de nosotros. Conoce cosas de Jesús pero no vive a Cristo. Sabe su historia pero vive a Cristo en su historia personal.

Así lo entendieron los primeros cristianos, y escuchamos hoy en la Palabra de Dios, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, como vivían los primeros testigos de la Resurrección: "vivían y tenían todo en común", daban testimonio de Cristo resucitado y se sentían miembros de una misma familia donde todos eran amados y ayudados en sus necesidades. Tenían un mismo sentir y una misma fe. Eso le hizo ser creíbles ante el mundo pagano. Que pena de nosotros, estamos tan entretenidos en defender nuestro punto de vista personal, estamos tan empeñados en nuestra forma de vivir a Cristo, que prevalece lo individual a lo comunitario. El mundo sabe de nuestras divisiones y luchas y se aprovecha para provocar más división, más enfrentamiento y así elimina la posibilidad de una Iglesia Unida, coherente, firme y con un mismo sentir y pensar. Respetando las individualidades pero unidos en lo esencial. Entonces sí seríamos fuertes, seriamos creíbles, seríamos una fuerza transformadora del mundo. Ya lo decían los estrategas: "divide y vencerás" y nosotros le seguimos el juego, y nos dedicamos a ponernos verdes, a "pelearnos" entre nosotros, entre los movimientos de Iglesia, entre las distintas visiones, etc.. y así ellos pueden seguir implantando la cultura de la muerte, del pecado, de la desolación y del laicismo.

Aprendamos hoy de los primeros cristianos, no nos pase como a Tomás que si no vemos no creemos, la fe es creer, es darse plenamente, es confiar en la palabra del otro. Tomás no creyó el testimonio de sus hermanos apóstoles, cuando Jesús le dice "ven, mete tu mano..." entonces profesa su fe: "¡Señor mío y Dios mío!".

Nuestra sociedad no cree nuestro anuncio de Salvación, no cree que Cristo está vivo y resucitado deseando salvar a todos, ser fuerza y consuelo para todos. El mundo no cree que Cristo es la verdadera y única felicidad. Ojalá nuestro testimonio coherente y de unidad les hiciera decir: "¡SEÑOR MIO Y DIOS MIO!"

Pido a Dios, al Dios de la vida y el consuelo, que todos los cristianos de nuestra parroquia, de nuestra diócesis, de nuestra Iglesia, vivamos de tal manera unidos y queriéndonos que nos le quede más remedio que afirmar la vida en Cristo Jesús.

Que Dios nos lo conceda y vivamos la alegría de la resurrección.

Tomás Pajuelo. Párroco

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