Rogatorias

Buscar...

Categorías

Archivo de noticias

16/12/08

La fe que cimentó e impulsó la cultura occidental

Para no perder el tiempo en el artificial debate que está teniendo lugar en España al respecto de la así llamada memoria histórica, estimamos necesario que los cristianos tengamos Memoria Histórica de verdad. Memoria de lo que el cristianismo ha supuesto para la civilización occidental y como consecuencia de lo que estamos llamados a hacer para que retome y persista en ese impulso. Cada vez es más necesaria una actitud comprometida formativa, social, política y sobre todo espiritual para defender nuestra visión del mundo ante posturas intransigentes que nos piden renunciar a ello o al menos mantenerlo recluido, oculto, atemorizado, en el ámbito de nuestra intimidad.

Por ello, complementando a lo que publicamos anteriormente en este sitio web referenciando el libro "Leyendas Negras de la Iglesia", conviene in-formarse sobre el hecho de que en el origen de la cultura occidental ha estado el cristianismo, para bien en la inmensa mayoría de las ocasiones, huelga decirlo, o debería hacerlo. Lo haremos con varios artículos, siendo este el primero de ellos.

Hace poco hemos tenido la oportunidad de leer un trabajo que ha publicado en la revista digital conoZe.com el sacerdote Jorge Enrique Mújica, Legionario de Cristo, periodista de profesión entre otras titulaciones y experto en temas de familia y educación. Recomendamos su lectura y referencia ya que no es un estudio en profundidad sino una sucesión de hechos y referencias, cómodas de leer, que tratan de justificar la afirmación de que el cristianismo no sólo ha fundamentado la cultura occidental, sino que lo ha hecho para bien:

  1. La fe que cimentó e impulsó la cultura occidental (Primera parte)
  2. La fe que cimentó e impulsó la cultura occidental (Segunda parte)
  3. La fe que cimentó e impulsó la cultura occidental (Tercera parte)
Para animar a su lectura, recogemos a continuación algunas citas sobre los textos anteriores:
La contribución de los monjes-copistas en la preservación de la literatura de la antigua Grecia y Roma, el arte arquitectónico y la construcción de catedrales —aún no superado en pleno siglo XXI—, y el nacimiento de las universidades al amparo del Papado, son contribuciones contundentes e irrefutables, acaso las más conocidas, pero no son las únicas
***
Los monjes ayudaron a poblaciones enteras a aprovechar mejor la tierra previniendo así grandes hambrunas. Fueron ellos quienes desarrollaron el uso de fertilizantes naturales y el concepto de la siembra por temporadas, tipos y con descansos del campo.
***
Los relojes había nacido por la necesidad de medir el tiempo y fueron los monjes benedictinos quienes los inventaron para dividir el día a partir de las horas en que debían rezar la lectio divina. Después vinieron quienes perfeccionaron la idea. Uno de ellos incluso llegó a Papa: fue Silvestre II.
***
Pero ni las universidades, ni la preservación del acervo greco-latino, ni las enseñanzas académicas, el impulso y la contribución científica han sido lo más decisivo que ha aportado el cristianismo ya no solo a la cultura occidental. De hecho, hay que remontarse a los primeros siglos de nuestra era, a la epístola de san Pablo a los gálatas (capítulo 3, versículo 28) para entender y sopesar la valía de la novedad que Cristo aportó al mundo en temas específicos como el derecho internacional, los derechos humanos, la caridad cristiana y la educación.
***
La primera carta magna de los derechos humanos no se remonta al 10 de diciembre de 1948, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos. Fue san Pablo quien en el versículo 28 del capítulo III de su carta a los gálatas recordó que «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús». Corría el primer cuarto del siglo I de nuestra era. Comenzaba así la revolución cristiana de la igualdad de derechos y obligaciones para todos.
***
Es a un fraile católico español, al sacerdote dominico Francisco de Vitoria (1486-1546), a quien debemos las bases del Derecho Internacional. En su lección De Indis abordó el asunto de los derechos de la corona española, en la conquista de América, y los derechos de los nativos. Como recuerda Carl Watner, Vitoria «defendió la doctrina de que todos los hombres son libres, y, sobre la base del estado de libertad natural, proclamaron su derecho a la vida, a la cultura y a la propiedad»
***
Son muchos los historiadores que han puesto en duda la existencia de hospitales en la Grecia y Roma antiguas. En Charity and Charities (Cf. Catholic Enciclopedia, 2ª ed., 1913) John A. Ryan recuerda que existen casos documentados de que la Iglesia en el siglo IV patrocinó hospitales a gran escala en buena parte de Europa. De hecho, muchos monasterios, especialmente los benedictinos, se convirtieron en dispensarios médicos.
***
Un hombre sin pasado es un hombre sin historia. No es sectarismo tener vivas y sentirse orgulloso de esas raíces cuyo legado nos atañe hoy. Quizá, «La verdadera razón por la que el hombre se escandaliza del cristianismo es porque es demasiado elevado, porque su medida no es la medida del hombre, porque quiere hacer del hombre algo tan extraordinario que supera cualquier mente humana» (Cf. S. Kierkegaard, Malattia mortale en Diario, cit., vol. III, p. 95; en español existe la versión La enfermedad mortal, Alba Libros, Madrid 1998).
***

0 comentarios:

Publicar un comentario

Desde la afinidad o la discrepancia, pero siempre con respeto, te animamos a participar.

Por unas mínimas bases de hermandad, afecto y consideración, los comentarios anónimos inapropiados serán borrados.