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8/12/08

Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Lecturas: Lucas 1, 26-38

En esta segunda semana de Adviento, tenemos el gozo de celebrar a la Señora del Adviento, a la Virgen María, en el misterio de su Inmaculada Concepción. La fiesta de la Virgen nos ayuda profundamente a entender el sentido último del Adviento: Dios, en su infinita providencia, preveyendo la Encarnación de su Hijo Jesucristo, preparó para él a María para que ella fuera el seno inmaculado donde se desarrollara El Hijo de Dios. Por este motivo, María es Concebida sin Pecado Original. Dios la preservó del Pecado en aras a ser el altar donde creciera y naciera el Verbo Encarnado. María, Inmaculada, sin pecado concebida, preparada para que en ella se encarnara el Verbo de Dios.

Nosotros, llamados a purificar nuestros corazones en este tiempo de Adviento, tenemos más motivos para prepararnos, para limpiar nuestras vidas para que Cristo pueda nacer en nuestras vidas. Ella esperó con gozo, con entrega, con servicio generoso, se fué a visitar a su prima Isabel para ayudarla en su embarazo. Esas son las claves para que nosotros preparemos convenientemente la Navidad. El gozo, la alegría profunda que brota de un corazón lleno de Gracia, lleno de paz de Dios, de oración. La entrega generosa a los nuestros, a nuestras familias y a los más pobres. Entrega generosa al prójimo. Entrega sincera y verdadera a Dios, empeño cierto en cambiar, en convertir nuestras vidas, en construir el Reino de Dios en la Tierra. Gozo, entrega y servicio, así vivió la Virgen María y nos da un ejemplo precioso para que nosotros en Adviento decidamos de una vez por todas, entregarnos a vivir el Adviento, a vivir para conseguir ser inmaculados en nuestros corazones y así ser la cuna calentita, mullida y amorosa donde pueda Nacer Cristo.

Inmaculada Concepción, Virgen Santísima, ayúdanos, intercede por nosotros, muestranos tu ejemplo, haz que vivamos como tú. Madre nuestra, que vivamos día a día como verdaderos hijos tuyos, como verdaderos hermanos en Cristo y como hijos del Padre que se aman y ayudan.

Tomás Pajuelo. Párroco

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