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14/12/08

"Yo no soy el Mesias, yo soy el que grito en el desierto: Preparad el camino al Señor"

Domingo III de Adviento

Lecturas: Isaías 61, 1-2a.10-11 // Lucas 1, 47-55 // 1Tesalonicenses 5, 16-24 // Juan 1, 6-8.19-28

Este domingo nos presenta la otra gran figura del Adviento, junto a la Virgen María, la figura de Juan Bautista. Juan es aclamado por la multitud como el mesías, la multitud que le escucha cree que es el enviado de Dios. Él humildemente niega ser el Mesías.

Que fácil y que humano hubiera sido que Juan, dejandose llevar por la multitud se hubiera aprovechado para autoproclamarse mesías y aprovechar la circunstancias para ser poderoso. El sabe bien cuál es su papel, lo acepta sinceramente y predica la venida del Mesías. El sabe bien para qué le llama Dios,para ser el precursor y entregar su vida para que los corazones se conviertan para recibir al Cordero de Dios, al Verbo Encarnado.

Nosotros somos llamados para preparar la venida de Cristo, tenemos que dejar nuestros mesianismos, nuestras posturas partidistas, nuestros egoismos y egocentrismos y descubrir la grandeza del que viene: JESUCRISTO el Hijo de Dios vivo.

Que no triunfe nuestras visiones particulares y abramos nuestras vidas a la grandeza de recibir al Hijo de Dios. Que no prevalezca lo que yo particularmente pienso y que triunfe la Gracia de Dios en mi. Hace falta humildad de corazón, como María, como Juan Bautista, como el Portal de Belén, siempre humildad, siempre triunfa en el Amor de Dios el corazón humilde y sencillo, pobre y entregado.

Preparemos el camino, quitemos las rocas que estorban la llegada de Dios, pecados, egoismos, personalismos, faltas de fe. Limpiemos todo esto y preparemos la cuna para Cristo. Es dificil, es cierto que cuesta mucho, pero como dijo el propio Jesús: "para vosotros es imposible pero para Dios nada hay imposible". Con Él todo lo puedo, decia S. Pablo, pues con Él todo lo podemos, con Él podemos cambiar nuestras vidas y vivir la verdadera NAVIDAD.

San Anselmo nos dice: Deja un momento tus ocupaciones habituales, hombre insignificante, entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos. Arroja lejos de ti las preocupaciones agobiantes y aparta de ti las inquietudes que te oprimen. Reposa en Dios un momento, descansa siquiera un momento en Él. Entra en lo más profundo de tu alma, aparta de ti todo, excepto Dios y lo que puede ayudarte a alcanzarlo; cierra la puerta de tu habitación y búscalo en el silencio. Di con todas tus fuerzas, di al Señor: "Busco tu Rostro; tu Rostro buscaré, Señor."

Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y como te encontraré.

Que este deseo de conversión sea lo que mueva nuestras vidas en Adviento.

Tomás Pajuelo. Párroco

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