3º DOMINGO DE ADVIENTO
Lecturas: Sofonías 3, 14-18 // Isaías 12, 2-6 // Filipenses 4, 4-7 // Lucas 3, 10-18
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
En este tercer domingo de adviento, las dos notas fundamentales que nos trae la liturgia son: La Alegría y la figura de Juan Bautista.
Este domingo era conocido en la antigua liturgia como domingo de «Gaudete» (traducido del latin: domingo de la Alegría). Alegría porque es inminente la llegada del Mesías, es algo que va ocurrir en muy poco tiempo y produce una gran alegría en nuestros corazones. Esta alegría se refleja incluso en la corona de adviento, la tercera vela que encendemos este domingo es de color rosa, mitigando por la alegría, la austeridad del color morado. Incluso en los ornamentos catedralicios se usa el color rosa este domingo, porque la alegría de la cercanía de la Navidad y por el tema de las lecturas, suaviza el rigor y la austeridad del color morado. .
En este tercer domingo de adviento, las dos notas fundamentales que nos trae la liturgia son: La Alegría y la figura de Juan Bautista.
Este domingo era conocido en la antigua liturgia como domingo de «Gaudete» (traducido del latin: domingo de la Alegría). Alegría porque es inminente la llegada del Mesías, es algo que va ocurrir en muy poco tiempo y produce una gran alegría en nuestros corazones. Esta alegría se refleja incluso en la corona de adviento, la tercera vela que encendemos este domingo es de color rosa, mitigando por la alegría, la austeridad del color morado. Incluso en los ornamentos catedralicios se usa el color rosa este domingo, porque la alegría de la cercanía de la Navidad y por el tema de las lecturas, suaviza el rigor y la austeridad del color morado. .
Fijaos como todo en la liturgia tiene un sentido, no se hacen las cosas por un capricho, o por el gusto estético del sacerdote o de los encargados. Todo está puesto de tal manera que nos sirva para comprender y profundizar en el misterio que celebramos. En este momento en el tiempo de preparación a la Navidad.
Las lecturas de hoy son un canto a la esperanza, a la ilusión, al gozo y la alegría. El profeta Sofonías proclama: «¡Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén!». Sí, debemos alegrarnos porque el Señor está en medio de nosotros y estamos alegres, estamos gozosos; su presencia transforma nuestras vidas. Es la esencia del adviento, si estamos preparando bien nuestros corazones, si estamos gozando de la oración y de la cercanía de Dios, si hemos purificado nuestros pecados con el sacramento de la confesión... entonces estamos viviendo la alegría de estar llenos de la Gracia de Dios. Estamos sintiendo, de verdad, que el Señor está en medio de nosotros.
El Apóstol San Pablo, en su carta a los Filipenses, vuelve a llamarnos a la Alegría: «Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres» Es una nueva llamada a la alegría, a vivir gozosos nuestra fe, nuestras celebraciones, nuestros encuentros con el Señor. Tendría que ser el distintivo de todo cristiano: LA ALEGRIA. En este mundo que vive triste, desesperanzado, agobiado por tantos problemas, los cristianos tendríamos que ser motivo de esperanza, de alegría, de gozo. Pero no una alegría absurda y ridícula, una alegría que brota de sabernos amados, queridos y llenos de nuestro Dios. De la alegría que brota espontáneamente cuando uno sabe que Dios está en medio de su vida, siente la cercanía de Dios y con Él la certeza de poder asumir y afrontar la vida con un Espíritu Nuevo y de fortaleza.
El cristiano que viva su fe triste, agobiado, sin sentido... ese no se ha encontrado con Jesús. Esa persona sabrá mucho de Cristo, del catecismo, de las oraciones... pero no sabe nada del amor divino, del encuentro personal con el Señor en el Sagrario, en la Comunión, en la Confesión. No se tiene más fe porque sepamos más cosas, aunque es muy necesario saber cada vez más para dar razón de nuestra fe. Se tiene más fe, cuando esa fe es vida, es alegría, es esperanza es AMOR DE DIOS Y A DIOS.
El evangelio, nos presenta al otro gran protagonista el adviento: San Juan Bautista, el precursor. El que anuncia la venida del Señor. Él sabe por experiencia propia cómo es el encuentro con Dios, por eso Juan anuncia lo que tenemos que hacer para propiciar ese encuentro con el Mesías que viene.
Pero es imprescindible tener una actitud de conversión: "¿Que tengo qué hacer para llenarme de Dios?" le preguntan varios personajes en el relato evangélico de hoy. Juan responde a cada uno lo que debe hacer para que la Gracia de Dios pueda habitar en sus corazones.
Yo os invito hoy queridos hermanos y hermanas, a preguntarnos ¿Señor qué tengo que hacer yo para recibirte en esta Navidad? Con sinceridad y con verdadero deseo de cambio preguntarnos por lo qué debemos transformar en este tiempo de adviento. Que no pase un día más sin asumir en serio nuestra preparación a la Navidad.
Un camino que puede ayudarnos es el camino de la caridad, por eso en la parroquia estamos recogiendo alimentos para compartir con los más necesitados, con los más pobres. Os recuerdo que podéis traer cualquier tipo de alimentos no perecederos a la parroquia. También, la colecta de este domingo tercero será integramente para los más necesitados. Hermanos, recordad la frase de Jesús en el Evangelio: "hay más alegría en el compartir que en el recibir".
Este domingo es el domingo de la alegría; pues gocemos compartiendo con los más pobres.
Las lecturas de hoy son un canto a la esperanza, a la ilusión, al gozo y la alegría. El profeta Sofonías proclama: «¡Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén!». Sí, debemos alegrarnos porque el Señor está en medio de nosotros y estamos alegres, estamos gozosos; su presencia transforma nuestras vidas. Es la esencia del adviento, si estamos preparando bien nuestros corazones, si estamos gozando de la oración y de la cercanía de Dios, si hemos purificado nuestros pecados con el sacramento de la confesión... entonces estamos viviendo la alegría de estar llenos de la Gracia de Dios. Estamos sintiendo, de verdad, que el Señor está en medio de nosotros.
El Apóstol San Pablo, en su carta a los Filipenses, vuelve a llamarnos a la Alegría: «Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres» Es una nueva llamada a la alegría, a vivir gozosos nuestra fe, nuestras celebraciones, nuestros encuentros con el Señor. Tendría que ser el distintivo de todo cristiano: LA ALEGRIA. En este mundo que vive triste, desesperanzado, agobiado por tantos problemas, los cristianos tendríamos que ser motivo de esperanza, de alegría, de gozo. Pero no una alegría absurda y ridícula, una alegría que brota de sabernos amados, queridos y llenos de nuestro Dios. De la alegría que brota espontáneamente cuando uno sabe que Dios está en medio de su vida, siente la cercanía de Dios y con Él la certeza de poder asumir y afrontar la vida con un Espíritu Nuevo y de fortaleza.
El cristiano que viva su fe triste, agobiado, sin sentido... ese no se ha encontrado con Jesús. Esa persona sabrá mucho de Cristo, del catecismo, de las oraciones... pero no sabe nada del amor divino, del encuentro personal con el Señor en el Sagrario, en la Comunión, en la Confesión. No se tiene más fe porque sepamos más cosas, aunque es muy necesario saber cada vez más para dar razón de nuestra fe. Se tiene más fe, cuando esa fe es vida, es alegría, es esperanza es AMOR DE DIOS Y A DIOS.
El evangelio, nos presenta al otro gran protagonista el adviento: San Juan Bautista, el precursor. El que anuncia la venida del Señor. Él sabe por experiencia propia cómo es el encuentro con Dios, por eso Juan anuncia lo que tenemos que hacer para propiciar ese encuentro con el Mesías que viene.
Pero es imprescindible tener una actitud de conversión: "¿Que tengo qué hacer para llenarme de Dios?" le preguntan varios personajes en el relato evangélico de hoy. Juan responde a cada uno lo que debe hacer para que la Gracia de Dios pueda habitar en sus corazones.
Yo os invito hoy queridos hermanos y hermanas, a preguntarnos ¿Señor qué tengo que hacer yo para recibirte en esta Navidad? Con sinceridad y con verdadero deseo de cambio preguntarnos por lo qué debemos transformar en este tiempo de adviento. Que no pase un día más sin asumir en serio nuestra preparación a la Navidad.
Un camino que puede ayudarnos es el camino de la caridad, por eso en la parroquia estamos recogiendo alimentos para compartir con los más necesitados, con los más pobres. Os recuerdo que podéis traer cualquier tipo de alimentos no perecederos a la parroquia. También, la colecta de este domingo tercero será integramente para los más necesitados. Hermanos, recordad la frase de Jesús en el Evangelio: "hay más alegría en el compartir que en el recibir".
Este domingo es el domingo de la alegría; pues gocemos compartiendo con los más pobres.
Tomás Pajuelo. Párroco
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