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27/12/09

Fiesta de la Sagrada Familia 2009

Fiesta de la Sagrada Familia 2009

Lecturas: Eclesiástico 3, 2-6.12-14 // Salmo 128 // Col 3, 12-21 // Lc 2, 41-52

CARTA APOSTÓLICA
EN FORMA DE "MOTU PROPRIO"
FAMILIA A DEO INSTITUTA
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II
1. La familia, instituida por el Creador Supremo para que fuese la primera y vital célula de la sociedad humana, por medio de Cristo redentor, que se dignó nacer en la familia de Nazaret, ha sido honrada de tal manera que el matrimonio, es decir, la comunidad de amor y vida conyugal, de la que procede la familia, fue elevado a la dignidad de sacramento, para significar eficazmente la alianza mística de amor del mismo Cristo con la Iglesia (cf. Gaudium et spes, 48).

Teniendo esto presente, el Concilio Ecuménico Vaticano II define a la familia como «iglesia doméstica» (Lumen gentium, 11; cf. también Apostolicam actuositatem, 11), manifestando así la función peculiar que la familia está llamada a desarrollar en toda la economía de la salvación y, por lo tanto, la obligación que tienen todos los miembros de la familia de realizar, cada uno según su propia misión, la triple función profética, sacerdotal y real, que Cristo ha confiado a la Iglesia.

2. No debe extrañar, pues, que la Iglesia, solícita siempre en el decurso de los tiempos por la familia y sus problemas, al haber aumentado hoy tanto los medios para promover la familia, como también los peligros de todo género a que está sometida, vuelva sus ojos a ella con solicitud aun más intensa.

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UN CONGRESO SOBRE LA FAMILIA

Sala Clementina
Viernes 16 de mayo de 2008
El amado Pontífice Juan Pablo II, con razón llamado también el "Papa de la familia", repetía que "el futuro de la humanidad se fragua en la familia" (Familiaris consortio, 86). Subrayaba con frecuencia el valor insustituible de la institución familiar, según el plan de Dios, Creador y Padre. También yo, al inicio de mi pontificado, el 6 de junio de 2005, en la apertura de la asamblea de la diócesis de Roma, dedicada precisamente a la familia, reafirmé que la verdad del matrimonio y de la familia hunde sus raíces en la verdad del hombre y ha tenido su realización en la historia de la salvación, en cuyo centro están las palabras: "Dios ama a su pueblo".

En efecto, la revelación bíblica es ante todo expresión de una historia de amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres. He aquí por qué la historia del amor y de la unión entre un hombre y una mujer en la alianza del matrimonio fue asumida por Dios como símbolo de la historia de la salvación. Precisamente por esto, la unión de vida y de amor, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, que constituye la familia, representa un bien insustituible para toda la sociedad, que no se debe confundir ni equiparar a otros tipos de unión.

Sabemos bien cuántos desafíos afrontan hoy las familias, cuán difícil es realizar, en las condiciones sociales modernas, el ideal de fidelidad y de solidez del amor conyugal, tener hijos y educarlos, y conservar la armonía del núcleo familiar. Si, gracias a Dios, existen ejemplos luminosos de familias sólidas y abiertas a la cultura de la vida y del amor, no faltan lamentablemente, e incluso están aumentando, las crisis matrimoniales y familiares. Muchas familias, que se encuentran en condiciones de preocupante precariedad, elevan, a veces incluso de forma inconsciente, un grito, una petición de ayuda que interpela a los responsables de las administraciones públicas, de las comunidades eclesiales y de las distintas agencias educativas.

Por eso, es cada vez más urgente el compromiso de unir fuerzas para sostener, con todos los medios posibles, a las familias desde el punto de vista social y económico, jurídico y espiritual. En este contexto me complace subrayar y alentar algunas iniciativas y propuestas presentadas en vuestro congreso. Me refiero, por ejemplo, al plausible empeño de movilizar a los ciudadanos en apoyo de la iniciativa por "una fiscalización a medida de la familia", a fin de que los gobiernos promuevan una política familiar que ofrezca a los padres la posibilidad concreta de tener hijos y educarlos en la familia.

Para los creyentes, la familia, célula de comunión que constituye el fundamento de la sociedad, es como una "pequeña iglesia doméstica", llamada a revelar al mundo el amor de Dios. Queridos hermanos y hermanas, ayudad a las familias a ser signo visible de esta verdad, a defender los valores inscritos en la naturaleza humana y, por tanto, comunes a toda la humanidad, esto es, la vida, la familia y la educación. Esos principios no derivan de una confesión de fe, sino de la aplicación de la justicia que respeta los derechos de cada hombre.

Esta es vuestra misión, queridas familias cristianas. Que jamás desfallezca vuestra confianza en el Señor y la comunión con él en la oración y en la referencia constante a su Palabra. Así seréis testigos de su amor, no contando simplemente con recursos humanos, sino apoyándoos firmemente en la roca que es Dios, vivificados por el poder de su Espíritu.

Que María, Reina de la familia, Estrella luminosa de esperanza, guíe el camino de todas las familias de la humanidad. Con estos sentimientos, de buen grado os bendigo a vosotros, aquí presentes, y a cuantos forman parte de las diversas asociaciones que representáis.

HOMILÍA:

Queridos hermanos y hermanas en el Señor, ante la grandeza de la fiesta que celebramos hoy, LA SAGRADA FAMILIA y la importancia y actualidad del tema de la familia en nuestra sociedad, he querido comenzar mi reflexión con estos dos textos. El primero de Juan Pablo II y el segundo de Benedicto XVI.

En ellos se resume la doctrina de la Iglesia sobre la familia y el porqué de la necesidad de una defensa clara y firme de la institución familiar. Ante la palabra del Papa mis palabras pierden valor y por eso sólo quiero plantear una cuestiones que nos ayuden a reflexionar a la luz de estos textos sobre nuestra vida de familias cristianas:

¿Vivo mi familia como auténtica "Iglesia Doméstica" en la que se ora, se aprende de Dios y se comparte todo?

¿Soy consciente de la grandeza de mi vocación matrimonial: ser testigos del amor de Cristo a su Iglesia?

¿Ayudo a mi familia a vivir cristianamente, a participar de los sacramentos, de la Eucaristía dominical, de la confesión, siendo yo el primero que lo hago?

¿Vivo a Cristo en mi familia?

Mis palabras no quieren ser denuncia ni ser una "regañina". Quieren ser un motivo de interiorización y de planteamiento de vida cristiana en Familia.

Como padre y pastor de la gran familia de Beato Álvaro imploro de Dios Padre su Bendición paternal para todas las familias de nuestra parroquia. Que Él os bendiga a todos, os colme de bienes espirítuales y celestiales y sea vuestra ayuda y consuelo en los momentos de cruz.

Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo. Párroco

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