IV Domingo del Tiempo Ordinario
Lecturas: Jeremías 1, 4-5. 17-19 // Salmo 70 // 1ª Corintios 12, 31-13, 13 // Lucas 4, 21-30
Continuamos este domingo la lectura del evangelio que comenzamos el domingo pasado. Terminaba la lectura el domingo pasado con las palabras de Jesús: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir." Hoy, sigue Jesús en la sinagoga y contemplamos las reacciones de sus vecinos ante estas palabras. Los vecinos de Jesús sólo ven en Él al hombre sencillo, carpintero, que con su padre José, arreglaría sus aperos de labranza, sus puertas, ventanas, etc... no pueden en imaginar que aquel vecino era el Hijo de Dios, el Mesías. No pueden pasar de lo meramente humano. Creo, humildemente, que es el problema de nuestros días. Nos cuesta mucho elevar nuestros ojos a Dios, al cielo, a lo transcendente, a lo eterno. Somos muy terrenos, muy mundanos. Nos hemos olvidado en nuestras vidas de Dios. Todo lo queremos pesar, contar y medir. Se hace realidad el dicho: "si no lo veo no lo creo". Nos cuesta mucho lo transcendental, lo espiritual, lo celestial. Es un problema de nuestros días y que se nos está pegando a los cristianos.
Los paisanos de Nazaret no eran capaces de ver a Jesús como el Hijo de Dios. Su cercanía de verlo diariamente les impide ver su divinidad. Nosotros, quizás, por ver a Cristo todos los días, de contemplarlo en la Eucaristía, en las imágenes, etc...que nos quedamos en lo material, en lo radicalmente presente, el aquí y ahora.
El evangelio de hoy es una llamada a contemplar la divinidad de Cristo. Es el Hijo de Dios que nos ha llamado a cada uno para salvarnos. Desde pequeños hemos recibido la gracia de Dios desde el bautismo y eso nos ha marcado. Es necesario hacer rebrotar la gracia de nuestro bautismo en nosotros. La fe, la presencia de Dios que recibimos en el bautismo está ahí latente en nuestros corazones y es necesario que la reavivemos, que la dejemos aflorar, que la Gracia sea quien lleve y guíe nuestras vidas. Es muy necesario que abramos nuestras vidas a la Transcendencia de Dios, es necesario recuperar nuestra vida espiritual, nuestra vida de fe. En este mundo que nos aparta de todo lo que sea Religión, es necesario que más que nunca vivamos nuestra fe. Hay personas en nuestros días que se marchan a la India, al Tibet, etc. buscando la paz de espíritu. No son conscientes que esa paz que buscan la tienen en su corazón desde que recibieron el bautismo. Si de verdad viviesemos la Gracia de nuestro bautismo, la Gracia de ser hijos de Dios, hermanos de Cristo, no tendríamos que buscar la paz espiritual en lugares extraños. Es algo paradójico que leamos obras del hinduismo, del yoga, del tai-chi,etc... y los grandes escritos de los Maestros Espirituales cristianos los desconocemos: Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola, San Juan de Ávila, San Juan María Vianney, etc... son tantos los santos que nos han explicado paso a paso el camino a Jesús, el camino de la felicidad, el camino de la verdadera paz.
Vamos a recuperar a nuestros grandes santos y a leer las grandes obras de la mística católica y aprovechemos tanta sabiduria que nos transmiten.
Que el Señor nos conceda a todos reconocerle como el Señor y el Dios de nuestras vidas.
31/1/10
Contemplemos la divinidad de Cristo
Tomás Pajuelo. Párroco
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