Rogatorias

Buscar...

Categorías

Archivo de noticias

3/1/10

Fraternidad católica, universal

Domingo II de Navidad

Lecturas: Eclesiástico 24, 1-2. 8-12 // Salmo 147 // Efesios 1, 3-6. 15-18 // Juan 1, 1-18

En este segundo domingo del tiempo navideño se proclama el texto de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios, el llamado himno cristológico, en el que el apóstol Pablo hace una descripción preciosa de lo que significa la encarnación del Hijo de Dios.

Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales. El apóstol nos recuerda que Jesucristo es el verdadero Hijo de Dios, que por Él y en Él hemos sido colmados de todas las Gracias, especialmente del Amor. Y el más grande de sus dones, nos hizo hijos suyos por medio de Jesucristo, hijos suyos y hermanos en Cristo. Para que seamos santos e irreprochables ante él por el amor. Esa es la gran dignidad de todos los hijos de Dios, que somos llamados a vivir la plenitud de la Gracia por el amor.

Es fundamental en nuestra vida de fe tomar conciencia de esta Gracia, de ser hijos de Dios. Debemos vivir nuestras relaciones con los demás como verdaderos hermanos. Orando los unos por los otros, ayudándonos, queriéndonos, ayudándonos, es necesario que nos creamos de verdad que somos hermanos en Cristo Jesús, creernos de verdad que todos somos queridos por Dios de una manera única y paternal. Si tomásemos conciencia de esa fraternidad universal nuestras relaciones cambiarían radicalmente, nuestra presencia en el mundo sería un testimonio creíble de la presencia de Dios en nuestras vidas.

Hoy le pedimos a Dios que nos ilumine en nuestro interior para que comprendamos la llamada a la santidad a la que somos llamados, la plenitud de Gracia que hemos recibido y la herencia eterna que se nos ha prometido.

La Palabra hecha carne por nosotros, sigue encarnándose en nosotros hoy, en nuestros días, en nuestras vidas. El Señor se encarnó, nació y vivió pero hoy sigue vivo en el aquí y ahora de nuestras vidas, en su Iglesia, en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Si fue importante el nacimiento de Cristo, sigue siendo vital su presencia hoy con nosotros. Cristo sigue viviendo con nosotros y quiere hacernos partícipes de su gracia, de su presencia, de su vida eterna a cada uno de los que hemos sido constituidos hermanos suyos y herederos de su vida eterna.

El Señor sigue acampado en medio de nosotros y nos espera para que nosotros acampemos en su presencia. El texto nos recuerda que la Luz vino al mundo, a la oscuridad y este no la recibió. Cristo quiere ser luz para nuestras vidas pero si nosotros nos empeñamos en seguir viviendo en las tinieblas del pecado, entonces nunca podremos contemplar la luz de su gloria, ni poder experimentar que su luz guía nuestros caminos hasta en los lugares más reconditos del alma. Abramos nuestros corazones a la luz de Cristo, dejemos que ilumine nuestras vidas. Que este año nuevo que hemos comenzado sea de verdad un año de Gracia del Señor para cada uno de nosotros.

Que Dios os bendiga.

Tomás Pajuelo. Párroco

0 comentarios:

Publicar un comentario

Desde la afinidad o la discrepancia, pero siempre con respeto, te animamos a participar.

Por unas mínimas bases de hermandad, afecto y consideración, los comentarios anónimos inapropiados serán borrados.