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24/8/08

«Te daré las llaves del Reino de los Cielos»

Domingo XXI del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 24 de Agosto.

Lecturas: Isaías 22, 19-23 // Romanos 11, 33-35 // Mateo 16, 13-20

«Entrega de las llaves a San Pedro», Perugino (1481-82). Capilla Sixtina. VaticanoLa Palabra de Dios en este domingo es una palabra de confianza y de saber centrar nuestra existencia y nuestra fe. Hemos escuchado en la primera lectura cómo Dios por medio de Isaías deja bien claro quién es el que Él pone como su sacerdote en el Templo de Jerusalén, Él es quien define claramente quién será su mediador ante el pueblo. Como vemos, Dios ha querido siempre en la historia de la salvación elegir hombres y mujeres de su pueblo para ser sus mediadores. Podríamos decir, los que Él pone al frente del pueblo para hablar, celebrar y actuar en su Nombre.
Esta tradición del Antiguo Testamento, esta forma de actuar de Dios, no la cambia Jesús, al contrario, la plenifica. Jesús, como escuchamos en el evangelio de hoy, pregunta a sus apóstoles ¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? Quiere conocer la imagen que tienen de él los que le escuchan, los que han recibido su palabra, los que le han visto curar... Los apóstoles contestan y Jesús va más allá, les pregunta a ellos: y vosotros ¿quién decís que soy yo? Es una pregunta más profunda, más a lo hondo del corazón de aquellos que son sus amigos, que conviven con él.

El Señor Jesús hoy podría preguntarnos quién dice la gente que es él, podemos quedarnos en todas esas absurdas y demagógicas teorías que escuchamos en nuestros días... Pero hoy Jesús quiere preguntarte a ti, a quien hoy eres su discípulo, a quien hoy eres públicamente, amigo de Cristo ¿Quién soy yo para ti? Quién es Cristo para mi, en mi vida, en mis relaciones, en mi trabajo, en mi forma de pensar y actuar... San Pedro contestó "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Nosotros ¿Que contestamos? Seamos sincero, es el Señor quién nos pregunta...

Ante aquella respuesta de fe, Cristo constituye a Pedro como principe de los apóstoles, quiere que sus mediadores en la tierra sean El Papa, sucesor de Pedro y los Obispos, sucesores de los apóstoles junto a sus colaboradores, los sacerdotes. Y les dió poder para atar en la tierra, para discernir en la tierra. Más aún, les dio poder para atar en el cielo. Fijaos la grandeza del ministerio sacerdotal: sus decisiones sacramentales repercuten en el cielo. Dios mismo obedece a sus palabras y lo que el sacerdote une, perdona, santifica, bendice en la tierra queda unido, perdonado, santificado y bendito en el cielo.

Queridos hermanos, como sacerdote este evangelio, supone para nuestra vida un gran responsabilidad. Es tremendo el misterio de amor de Dios y su repercusión en nuestras vidas y en la vida de la comunidad. Pero como cristianos tenemos que amar más el ministerio ordenado, reconocer la grandeza que le ha otorgado Dios. No poder, sino responsabilidad.

Yo reconozco que tiemblo de responsabilidad cada vez que celebro la Eucaristía, que perdono los pecados, que ejerzo mi ministerio. Me gustaría que todos los cristianos de nuestra parroquia supieran valoran la cercania de Cristo que se ha querido quedar para siempre en los sacramentos.
Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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