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15/3/09

Los Mandamientos: camino de conversión

III Domingo de la Cuaresma

Lecturas: Éxodo 20, 1-17 // Salmo 18 // 1Corintios 1, 22-25 // Juan 2, 13-25

Moises con los Diez Mandamientos. Rembrandt (1659)En este tercer domingo de cuaresma, la liturgia de la Palabra es rica y provechosa para nuestra vida cristiana y especialmente para vivir la conversión cuaresmal. Después de escuchar el domingo pasado el impresionante testimonio de fe de Abrahán hoy escuchamos la voz de Dios exponiéndonos el camino concreto para vivir la conversión: Los mandamientos. Hemos oído hoy como Dios nos dice que para él el verdadero creyente es aquel que vive según su voluntad: no tendrá otro Dios fuera de mí, no tomarás mi nombre en vano. Estos dos primeros mandamientos nos hablan de nuestra obligación para con Dios. Qué fácilmente olvidamos a Dios en nuestra vida diaria, con qué alegría lo nombramos para cualquier tontería o incluso como blasfemia. Le prometemos de todo cuando tenemos problemas y luego ni nos acordamos de él en la alegría.

El libro del Éxodo continúa diciendo: honra a tu padre y a tu madre. En nuestros días muchas veces no actuamos convenientemente con nuestros padres, como hijos. No actuamos convenientemente con nuestros hijos, como padres. Algunas veces, casi hemos pasado de ser padres e hijos a ser coleguitas, que hemos dejado de ser referentes de autoridad y criterio a ser unos amigotes que no pueden hacer nada. Es verdad que no todos actúan así, pero es un peligro que se da con mucha frecuencia en estos días. Honrar padre y madre, obedecerles, amarles hasta la saciedad, cuidarles y sobretodo mimarles, porque ellos siempre nos han mimado y cuidado. Que esta cuaresma nos planteemos retomar con fe, con ilusión, con alegría y con espíritu cristiano nuestra vida y relaciones de familia, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros familiares. Si ya vivimos así, pues nunca hay demasiado amor, podemos amar más.

Sigue el libro del éxodo enumerando los mandamientos, el modo de vida concreto que le agrada a Dios. No es el modo de vida que nos ofrece la sociedad, pero si es el único camino para alcanzar la verdadera felicidad.

En el Evangelio, Jesús nos recuerda, que el camino sufriente de la cuaresma, tendrá como colofón la resurrección. No somos adoradores de un Dios muerto, somos hijos de la Vida, de Cristo resucitado, que vive en medio de nosotros y que quiere que nosotros destruyamos todo lo que nos ata a este mundo para resucitar con él, para construir un nuevo templo, una nueva vida en la Vida de Cristo.

Que la Palabra de Dios nos recuerde de vez en cuando cuales son los principios inmutables de nuestra fe, es una manera muy buena de reorganizar nuestros propósitos cuaresmales y de retomar los objetivos de nuestra vida sinceramente. Poder enfrentar nuestra vida con la vida que quiere Dios, nos ayuda realmente a ver qué es lo que tenemos que cambiar y que tenemos que potenciar en nuestra existencia. Es tomar conciencia de cuáles son los valores reales y permanentes y cuales son los pasajeros y mutables, que nos ofrece nuestra sociedad.

Todos los hombre y mujeres que en la historia de la humanidad han intentado vivir según los mandamientos, según el amor de Dios, son personas felices, con criterios, con amor sembrado y vivido en sus existencias. Pensemos en los grandes santos, en su alegría vital sincera e inquebrantable. Aprendamos de ellos y confiemos en Dios. Sigamos su camino y llegaremos a la felicidad.


Tomás Pajuelo. Párroco

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