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25/3/09

Necesidad de orar: la conversión

Jesús orando en el desierto

Jesús, antes de empezar su vida pública pasó cuarenta días en el desierto en soledad, oración y ayuno. Era una misión grande la que iba a emprender: anunciar el Reino de Dios. Esta preparación es la que ha dado origen a la cuaresma. Cuarenta días de camino hacia la Pascua. Él nos enseñó con su ejemplo que en las grandes decisiones de la vida hay que encontrase a solas con Dios, abrirle nuestro corazón y escuchar lo que quiere de nosotros.

Nosotros en la cuaresma también nos preparamos para vivir el gran acontecimiento de la muerte y resurrección de nuestro Señor que dio por nosotros hasta la última gota de su sangre para redimirnos de nuestros pecados. La cuaresma es tiempo de conversión de un reencuentro del hombre consigo mismo y con Dios ante la imperiosa necesidad que tiene de iniciar el único camino posible para lograr la paz interior. Lo específico de la conversión es el compromiso a salir, a distanciarse y despegarse del propio “yo”, con sus intereses y egoísmos para ponerse en un camino de acercamiento y solidaridad con los hermanos y de perdonar las ofensas que hemos recibido.

Pero la conversión no es un acto aislado, esto nunca se hace de una vez para siempre, sino que es una aptitud permanente mientras vivimos. Convertirse es mirar a Jesús, mirarle en la cruz y escucharle y Él nos dará la fuerza para que nuestra vida sea una continua conversión.

Es tiempo de intensificar la oración, de hacerle un hueco a Jesús en nuestro corazón en silencio y recogimiento. El Señor, igual que a sus discípulos, nos pide que permanezcamos despierto y en oración. No lo defraudemos, que no nos encuentre dormidos; dormidos en nuestros egoísmos, en nuestro amor propio, en nuestros rencores… Sin la oración, no es posible la conversión y la oración, no olvidemos que es abrirle las puertas de nuestro corazón a Jesús, es amarlo y sobre todo dejarnos amar por Él; y Él nos enseñará a conocer el amor y la ternura del Padre y en la medida que vayamos conociendo su amor incondicional aprenderemos a imitarlo y amar a los hermanos como Él nos ama.

Algunos textos que podemos meditar estos días son: Salmo 24 - Mateo 18, 21-35 - Marcos 5, 17-19 - Salmo 85 - Marcos 20, 17-28 - Ecequiel 18, 21-28 y Salmo 119.

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