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10/2/09

Catequesis sobre la Santa Misa (2ª parte)

(continúa desde el anterior artículo)

LA SAGRADA COMUNIÓN

Imagen de las especies del pan y el vino, tal y como se consagranEn la Eucaristía Jesucristo está en todas las Hostias Consagradas entero en cada una de ellas, aunque sea muy pequeña. La presencia de Cristo en la Eucaristía es inextensa, es decir, todo en cada parte. Por eso al partir La Sagrada Forma, Jesucristo no se divide, sino que queda entero en cada parte, por pequeña que sea. Lo mismo cuando uno habla y le escuhan dos o más, todos oyen toda la voz. La voz se divide en doble número de oidos, pero sin perder nada. Todo es un gran misterio, pero así lo hizo Jesucristo que por ser Dios, lo puede todo.

La Sagrada Comunión es el acto de recibir a Jesucristo, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad bajo las especies de pan y vino. Comulgar es el acto más sublime que podemos hacer en la vida, pues es recibir a Dios en nuestro corazón. Jesucristo, que por ser Dios es infinitamente sabio y poderoso, no pudo dejarnos cosa mejor. A Jesucristo no le bastó hacerse hombre y morir por los hombres. Quiso quedarse entre nosotros en la Eucaristía, y hacerse pan para unirse a nosotros en la Sagrada Comunión.
La comunión es necesaria porque es el alimento del alma que la robustece para la lucha de la vida; quien no comulga tiene el alma débil, y fácilmente cae al pecado; quien colmulga a menudo fortifica el alma y encuentra más fácil la victoria contra el pecado. La Comunión es el mejor el mejor medio de vencer las tentaciones porque debilita nuestras malas inclinaciones, aumenta la gracia santificante y nos preserva del pecado mortal. Si alguna vez no puedes comulgar sacramentalmente, porque no estás en condiciones, haz al menos una comunión espiritual.

Antes de comulgar, debemos prepararnos con reverencia, pensando que el que viene a nosotros -pobres pecadores- es nada menos que Jesucristo, Dios, infinitamente poderoso, creador del universo; pero que nos ama tanto, que se ha querido quedar con nosotros en el sagrario para que podamos recibirle. Si sólo pudieramos comulgar una vez en la vida, ¿cómo nos preparíamos?. El poder comulgar con frecuencia no debe ser causa de rutina.

Sería un error privarse de la comunión. Lo mejor es comulgar dentro de la misa; cuando vayas a comulgar, acércate al comulgatorio con los brazos cruzados en actitud respetuosa. Cuando el sacerdote vaya a darte la Sagrada Forma, te dirá: "El Cuerpo de Cristo". Tú respondes: "Amén", y levantas la cabeza, la echas un poco hacia atrás, abres suficientemente la boca y sacas un poco la lengua por encima del labio inferior para que te deposite en ella a Nuestro Señor. Cuando comulgamos en la mano es necesario poner la mano izquierda encima de la derecha y en forma de cruz de tal manera que hagamos un trono donde el sacerdote te va a poner a Nuestro Señor y después tened cuidado con las partículas que se pueden quedar en la mano, consumirlas, porque son también el Cuerpo de Cristo.

Para comulgar es necesario estar en gracia de Dios y guardar el ayuno ecucarístico. El ayuno eucarístico se ha reducido a una hora antes de la Misa, para sólidos y líquidos, incluido las bebidas alcohólicas. Cuando tenemos la desgracia de cometer un pecado grave, ya no estamos en gracia de Dios, por tanto, así no podemos comulgar. Es necesario confesarse cuando tienes la conciencia de pecado grave si quieres acercarte a comulgar.

(continuará...)

Emiliano Nguema. Vicario parroquial

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