Domingo IV del Tiempo Ordinario
Lecturas: Deuteronomio 1815-20 // Salmo 94 // 1 Corintios 7, 32-35 // Marcos 1, 21-28
Este cuarto domingo, viene enmarcado en nuestra parroquia por la vivencia, junto a todas las parroquias del arciprestazgo, del jubileo del año de San Pablo, en el 2000 aniversario de su nacimiento. Junto a nuestros hermanos de las parroquias vecinas del arciprestazgo de Ciudad Jardín, vivimos este momento de encuentro con la misericordia de Dios. La Iglesia que es nuestra madre, adorna estos grandes acontecimientos con bienes espirituales de sus hijos e hijas. Todos los que ayer participamos en el jubileo fuimos bendecidos con la indulgencia plenaria de nuestros pecados por la Gracia de Dios manifestada en su Iglesia.

Queridos hermanos y hermanas, frente a la cantidad de mensajes, doctrinas, políticas, arengas, sexo, etc., que nos ofrece la sociedad actual Cristo nos sigue hablando con la misma autoridad que a sus paisanos. Es imprescindible que reconozcamos la fuerza de la Palabra viva y eficaz del evangelio. Es el único camino de la verdadera salvación. No nos dejemos engatusar por los cantos de sirena de nuestro mundo; el único que puede salvarnos, que puede hacer que el mal de nuestras vidas salga corriendo, es Jesucristo. Es la Palabra de Dios que se proclama diariamente, cada domingo, cada celebración, es esta palabra la que puede dar sentido cierto a nuestras vidas.
La Palabra de Dios, es descalificada como retrógrada y obsoleta por nuestra sociedad, es declarada non grata para nuestro mundo. Pero lo realmente cierto es que los que siguen a Cristo, viven la Palabra, son felices, han sido felices y serán para toda la eternidad felices. Cuántos cristianos entregados han vivido plenamente la palabra de Dios, sus vidas son testimonio claro de entrega, de amor, de generosidad, de felicidad. San Francisco, Santo Tomás, San Isidro, el Beato Álvaro, Santa Clara, Santa Victoria, etc., tantos y tantos santos y santas que han vivido el Evangelio y han demostrado en su vida que el camino de Cristo es el camino de la felicidad, del amor, de la paz, de la fraternidad.
Jesús nos habla, por favor escuchemos sus palabras, asintamos desde la fe a sus palabras. Os ruego que meditéis y leáis la Palabra de Dios, veréis como da sentido nuevo a nuestras vidas. Nuestros antepasados no tuvieron oportunidad de leer la Palabra de Dios, la mayoría no pudieron acercarse a la Biblia y nos dan cien vueltas en santidad. En nuestros días podemos acercarnos a la Biblia en cualquier soporte: papel, DVD, CD, Internet, etc.; y la pena es que no aprovechamos los medios para leerla y la Biblia es la gran olvidada.
Por favor leamos la Biblia, es la voz con autoridad real de Jesús.
Tomás Pajuelo. Párroco
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