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12/10/08

Parábola del banquete de bodas

Domingo XXVIII del tiempo ordinario, 12 de octubre.

Lecturas: Isaías 25, 6-10 // Salmo 23 // Filipenses 4, 12-14..19-20 // Mateo 22, 1-14

Cuadro renacentista que representa un banqueteCelebramos hoy a la Virgen María, en su advocación del Pilar. Según tradición inmemorial, el apóstol Santiago en su predicación por España se encontró rechazo y poca apertura al Evangelio. Rezaba a orillas del Ebro y se le apareció la Virgen diciéndole que ella sería el pilar de la fe del pueblo español, que ella iba a sostener la fe de este pueblo. Lo cierto es que España se ha convertido, según palabras del Papa juan Pablo II, "Tierra de María".

La Palabra de Dios que se proclama en este domingo nos vuelva a presentar, como el domingo pasado, una parábola de Jesús haciendo referencia al Reino de Dios y su implantación entre nosotros.

El domingo pasado comparaba Jesús nuestro mundo con una viña en manos de unos malos viñadores. Hoy utiliza una imagen muy gráfica para definir el Reino Eterno de la Salvación, la imagen del Banquete de bodas. Jesús compara la Salvación con un gran banquete al que todos somos invitados, todos los hombres y mujeres están invitados a vivir el Evangelio. Todos convocados pero no todos receptivos a esta llamada. Muchos como en la parábola tiene multitud de excusas para no oir la llamada del Señor, hacen oidos sordos a la Gracia de Dios. Incluso se permiten juzgar dicha salvación como una tonteria, algo absurdo fruto de la imaginación fanática de unos cuantos trasnochados.

Pero la llamada del Dios está ahí, es tan real como esta página que estamos leyendo, el Señor ha enviado a sus mensajeros a anunciar su banquete eterno a todos los cruces, caminos y ciudades, a todos los pueblos, razas y culturas de la Tierra. A esa invitación tenemos que responder desde la Gracia, debemos prepararnos para ser dignos de participar en el banquete del Reino de Dios. No podemos acudir de cualquier manera, tenemos que cuidar nuestro vida, nuestro aspecto interno.

Nadie va a una boda vestido de cualquier manera, nos compramos trajes, nos vestimos de chaqué, nos ponemos nuestras mejores galas: ¡Vamos de Boda! Pero no acudimos a participar del banquete de la Eucaristía, anticipo en este mundo del Banquete eterno, preparados convenientemente. A veces incluso acudimos a la Eucaristía en pecado mortal, lleno nuestro corazón de toda clase de pecados y sin importarnos nada, nos acercamos a recibir lo más grande: ¡EL CUERPO GLORIOSO Y RESUCITADO DE CRISTO!

Lo mismo que vamos a la tintoreria para limpiar nuestros trajes para la boda, para ir elegantes, de la misma manera debemos preparar, limpiar nuestros corazones en el sacramento de la reconciliación. La única manera de limpiar nuestros pecados es confesando, recibiendo el perdón en el Sacramento de la Reconciliación.

En la parábola de hoy el Señor, al que no estaba vestido convenientemente fue expulsado del banquete de boda. No estaba preparado convenientemente y fue arrojado a las tinieblas. Espero y pido a Dios todos los días, que nosotros nunca nos acerquemos a participar del banquete de la Eucaristía indignamente, que jamás sintamos en nuestro interior que Dios nos dice "fuera" por presentarte ante mi sin limpiar tu corazón llenándolo de su Gracia.

Participar en la Eucaristía es el regalo más grande que nos ha hecho Cristo, es el momento más grande de cada día, de cada Domingo, el momento en él que el mismo Jesús viene a nuestras vidas y nuestras vidas se llenas de su Amor, de su Gracia, de su presencia Santa.

Tomás Pajuelo. Párroco.

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