Es una cuestión recurrente considerar qué posibilidades de salvación tienen las personas no cristianas. A veces, la duda proviene de una comprensible y loable implicación por los hermanos que a lo largo de todo el mundo desconocen la fe cristiana y no pertenecen a la Iglesia Católica; y a veces, desgraciadamente, como un argumento anti-religioso o anti-católico en realidad poco sostenible. "Debe ser, por lo tanto, firmemente creída como verdad de fe católica que la voluntad salvífica universal de Dios Uno y Trino es ofrecida y cumplida una vez para siempre en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios.
Para iluminar esas dudas entre otras, el actual Papa y en ese momento Cardenal Joseph Ratzinger, en su calidad de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 2000 presentó en audiencia al entonces Papa Juan Pablo II la Declaración Dominus Iesus (Jesús es el Señor).
La declaración Dominus Iesus es amplia y completa, y subyace en ella un fuerte componente teológico que puede dificultar para algunas personas el aprehenderla adecuadamente, por ese motivo, y centrándonos en la cuestión planteada en el inicio de esta entrada, se extractan a continuación determinados fragmentos de la declaración Dominus Iesus relevantes a la cuestión sobre la salvación de los no cristianos. Sin embargo, precisemos que no debe entenderse este extracto como un resumen de la declaración sino como un intento de facilitar la adquisición de algunos conceptos detallados en aquella, exhortando a cualquier persona interesada en profundizar en tales conceptos a leer y meditar dicha declaración detenidamente y, si es posible, a la luz de la fe.
Teniendo en cuenta este dato de fe, y meditando sobre la presencia de otras experiencias religiosas no cristianas y sobre su significado en el plan salvífico de Dios, la teología está hoy invitada a explorar si es posible, y en qué medida, que también figuras y elementos positivos de otras religiones puedan entrar en el plan divino de la salvación. En esta tarea de reflexión la investigación teológica tiene ante sí un extenso campo de trabajo bajo la guía del Magisterio de la Iglesia"
"Para aquellos que no son formal y visiblemente miembros de la Iglesia, la salvación de Cristo es accesible en virtud de la gracia que, aun teniendo una misteriosa relación con la Iglesia, no les introduce formalmente en ella, sino que los ilumina de manera adecuada en su situación interior y ambiental. Esta gracia proviene de Cristo; es fruto de su sacrificio y es comunicada por el Espíritu Santo"
"Ciertamente, las diferentes tradiciones religiosas contienen y ofrecen elementos de religiosidad que proceden de Dios y que forman parte de « todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en la historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones ». De hecho algunas oraciones y ritos pueden asumir un papel de preparación evangélica, en cuanto son ocasiones o pedagogías en las cuales los corazones de los hombres son estimulados a abrirse a la acción de Dios. [...] Por otro lado, no se puede ignorar que otros ritos no cristianos, en cuanto dependen de supersticiones o de otros errores (cf. 1 Co 10,20-21), constituyen más bien un obstáculo para la salvación."
"El misterio cristiano supera de hecho las barreras del tiempo y del espacio, y realiza la unidad de la familia humana: « Desde lugares y tradiciones diferentes todos están llamados en Cristo a participar en la unidad de la familia de los hijos de Dios [...]. Jesús derriba los muros de la división y realiza la unificación de forma original y suprema mediante la participación en su misterio. Esta unidad es tan profunda que la Iglesia puede decir con san Pablo: « Ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios » (Ef 2,19) »."
En la idea de que no se pretende dar un resumen, en base a lo anterior, aunque excediendo lo aconsejable, podría simplificarse la duda sobre la salvación de las personas no cristianas en las siguientes afirmaciones:
- No se excluye explícitamente la salvación, por lo tanto implícitamente se acepta como posible
- Salva Dios, en base a su gracia, por medios que Él conoce. No salva ningún rito ni ningún otro dios.
- La religión católica es la única y verdadera religión, si bien en algunas otras religiones -pero no todas- existen formas y ritos -pero, de nuevo, no todas las formas y ritos- que pueden considerarse elementos positivos para el plan de Dios respecto del hombre.
- La Iglesia Católica es la única Iglesia que fundó Jesús y a la vez necesaria para la salvación. Meditar la aparente contraposición de esta afirmación con alguna de las anteriores excede las posibilidades de un artículo de esta naturaleza y extensión.
- Finalmente, la cuestión, aún estando iluminado el camino por un teólogo de la talla de Joseph Ratzinger, es un campo de investigación actualmente abierto para la teología.
Este tema que has introducido es una cuestión que me produce un especial desasosiego por dos razones:
ResponderEliminarEn primer lugar, la doctrina “fuera de la Iglesia no hay salvación” (extra ecclesiam nulla salus) se ha mantenido durante siglos a través de concilios, papados y escritos de doctores de la Iglesia. Incluso aparece como ejemplo repetido de declaración ex catedra en el marco del dogma de la infalibilidad papal.
La razón (y el corazón) me dicen que nuestro Dios (infinitamente justo y misericordioso) nos juzgará a cada uno según sus circunstancias (...a quien mucho se le dio, mucho se le pedirá; a quien mucho se le confió, mucho más se le exigirá...). En ese sentido entiendo que más nos exigirá a los que estamos dentro de la Iglesia (mucho nos ha dado) que al hermano que no ha tenido la oportunidad de conocer a Cristo.
Por otra parte esta doctrina se matiza en esta Declaración “Dominus Iesus” concluyendo que fuera de la Iglesia hay hombres que pueden salvarse. ¿Cómo se compatibiliza la infalibilidad papal con este cambio de doctrina?.
En segundo lugar, esa posibilidad de salvación fuera de la Iglesia se refiere tan sólo al caso de los que sin culpa suya no conocen a Cristo. ¿Y qué hay de tantos familiares, amigos, compañeros de trabajo de nuestro entorno, a los que queremos y apreciamos, que conocieron a Cristo y que por voluntad propia o por desidia están de hecho fuera de la Iglesia? Según esta doctrina no tendrían salvación posible. Esto me causa un profundo dolor y una terrible inquietud respecto a que también a nosotros se nos pedirá cuentas sobre el testimonio (de palabra y obra) que dimos a esa persona que Dios puso a nuestro lado y a la que pudimos acercar a Cristo y no lo hicimos por vergüenza, dejadez, o un mal entendido respeto.
El mandato de Jesús fue claro Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio", cuanto más se ama a Cristo , mas debemos implicarnos en la mision evangelizadora de la iglesia, ya que mientras haya quien no conoce a Jesucristo,no estaria completa la economia de la salvacion.
ResponderEliminarmiguel
Miguel:
ResponderEliminarCuando recordamos esas palabras ("Id por el mundo entero...") creo que pensamos -yo el primero- en un 'mundo lejano' y no en nuestro 'mundo cercano': el compañero de trabajo de la mesa de al lado, nuestro amigo del bar, ese familiar nuestro. Esa persona que tenemos a nuestro lado seguramente conoció a Cristo, pero por las circunstancias que sean puede estar ahora distante de la Iglesia. ¿Qué testimonio le damos?, ¿qué le decimos?, ¿rezamos por él? Puede que su salvación dependa en parte de nosotros, y eso es una gran responsabilidad por la que seremos juzgados. De ahí mi 'desasosiego'.
Querido Darío, sobre la compatibilidad de la infalibilidad papal con la Dominus Iesus sinceramente no voy a opinar porque el debate tiene envergadura y profundidad y no es responsable por mi parte hacerlo sin una formación que me implicaría un tiempo del que ahora no dispongo. En esta cuestión, sólo una consideración personal, y es que esa aparente incompatibilidad (que estoy seguro ya ha sido dilucidada por la Iglesia) no me afecta para mi vida de fe ya que personalmente la considero una cuestión formal y no de fondo. Por Internet circula un estudio de la infalibilidad papal como una muestra de amor de Jesús a su Iglesia y por ahí comenzaría.
ResponderEliminarY respecto a las dos sensaciones que te planteas al considerar las posibilidades de salvación de tu prójimo más cercano, te daré mi opinión:
* En cuanto al dolor o compasión por ellos, yo no parto del presupuesto tuyo, de que han conocido a Cristo, y me explico: entiendo que conocer a Cristo es algo más que estar bautizado y haber hecho la primera comunión. Conocer a Cristo es una voluntad constante y si quieres apasionada por tener una relación de cercanía cada vez mayor con el Señor, cada vez más íntima cada vez más subyugadora, más arrebatadora de uno mismo para abandonarse en Él. Esto no depende de la capacidad intelectual o formación de la persona, sino de su capacidad de amar, querer amar y ser amado por Cristo. Es una madurez del amor espiritual que Dios se la muestra a los sencillos, ocultándosela a los sabios (cfr. Lc 10, 21) una madurez que se puede tener desde niños o de mayores pero que por desgracia no la tenemos todas las personas. Por ello, yo no siento ese dolor que tú comentas ya que entiendo que si una persona no conoce a Cristo como antes te he expuesto, casi entraría en el cupo de los que pueden salvarse fuera de la Iglesia. Y digo casi, porque por el bautismo no pueden estar fuera de la Iglesia salvo apostasía.
* Respecto a la inquietud por ser un reto difícil el dar testimonio para que esas personas conozcan a Cristo ahí sí que estoy contigo. No sólo eso, sino que el Evangelio (cfr. Mt. 22, 14) ya nos dice que muchos son los llamados pero pocos los escogidos. En un lenguaje coloquial, me temo que el purgatorio está bastante lleno y precisamente hoy es un día para ayudar a vaciarlo, comenzando por nosotros mismos. El Evangelio es un mensaje radical, transformar la realidad mediante el amor a Dios y al prójimo, especialmente al enemigo, al que nos hace mal. Eso no es posible ni acercarse a cumplirlo sin una fe muy grande ya que excede las capacidades humanas, es una exigencia sobrenatural. Pero a la vez la fe no sólo es algo que proviene de la voluntad y racionalidad humana, sino que es un don de Dios, lo cual cierra el círculo. De este modo, tal como yo lo veo, Dios nos da su Amor incondicional y nos exige mucho porque somos obreros de su mies y estamos encomendados para allanar sus caminos en este mundo (como dice Miguel en su comentario), empezando por nosotros mismos, pero a la vez nos da todo lo que necesitamos para ello, si bien para obtenerlo hay que despojarse tanto de uno mismo que es muy difícil. Que Dios nos bendiga y nos ayude a todos para ello.