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3/1/09

II Domingo después de Navidad (CORREGIR)

II Domingo después de Navidad

Lecturas: Números 6,22-27 // Salmo 67 // Gálatas 4,4-7 // Lucas 2, 16-21

En este día de las fiestas de Navidad el apóstol San Juan en su carta nos recuerda la dignidad del don de la fe y de hijos de Dios que hemos recibido en nuestro bautismo. Esta lectura nos pone de frente con la opción personal de cada uno ante Jesucristo. Mirad, el que ha nacido es el Señor, es Dios que habita en nosotros con su Gracia. Nosotros desde nuestro bautismo hemos sido constituidos miembros vivos de Jesucristo. Somos miembros de su Cuerpo Glorioso y templo de su presencia en el mundo. El apóstol Juan nos recuerda esa dignidad y la responsabilidad de proclamarlo en el mundo. Nos dice que el que niega que Jesús es el Hijo de Dios ese es del diablo, del pecado y su corazón está embotado por el mal. Sólo un corazón abierto a la Gracía y repleto de Dios puede profesar la fe.

Cristo, el Mesías, el recién nacido en Belén, es el que se entregará en la cruz por nosotros, el que nos ganará la salvación y nos ha prometido la vida eterna.

Entre las obras magnificas de la iconografía barroca tenemos imágenes del niño Jesús abrazado, o incluso en la cruz. Puede parecernos un horror pero es la expresión plástica de este misterio que las lecturas de hoy nos recuerdan, que el niño Dios nacido en Belén es el Señor que derramará su sangre en el altar de la Cruz para la remisión de nuestros pecados. Este es el gran misterio de nuestra fe, la Salvación que Dios nos ha dado por medio de su Hijo Jesucristo.

Salvación que podemos nosotros experimentar si vivimos y permanecemos en él. Si guardamos sus mandamientos, si vivimos su evangelio, si gozamos de su presencia en la oración, si lo proclamamos con nuestras obras. Nuestro mundo nos impide muchas veces permanecer en el Señor, nos arrastra al pecado y nos hace incluso dudar en la fe. Por eso debemos cultivar, formar y robustecer nuestra fe en Jesucristo, nuestro Señor. Debemos profundizar en el conocimiento de los misterios de nuestra fe, debemos conocer la Palabra de Dios para saber cada día más su voluntad. Debemos formar nuestra conciencia y nuestra voluntad en los criterios de Cristo. Debemos crecer día a día en nuestro tiempo de oración y de vivencia de los sacramentos. Vivir los sacramentos profundamente, conscientemente, como regalos de la presencia viva de Cristo en medio de nuestras vidas: Cristo que me alimenta con su Cuerpo, Cristo que me perdona con la penitencia, Cristo que me fortalece con la confirmación…todos los sacramentos vividos con fe nos harán crecer en el amor a Dios y nos harán permanecer en Cristo como nos pide hoy la Palabra de Dios.

Que Dios os bendiga a todos.

Tomás Pajuelo. Párroco

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